“Venezuela: país de esperanzas”

En tiempos difíciles 

 

Manuel Aranguren Manuel Aranguren, Vicerrector Administrativo ULA.

Solo esperamos por un diálogo que debería darse entre las partes, lo cual es necesario, aun cuando no se cristaliza debido a posiciones encontradas que no logran ceder su espacio

Les diré que hoy escribo este editorial con el corazón en la mano. Expreso esto así, porque ante los difíciles sucesos por los cuales ha atravesado la nación, cualquier cosa que pudiésemos expresar, debe hacerse con el debido cuidado de tal forma que no se entienda como posiciones asumidas en aras de avivar pasiones, sino que si así fuere, estas deben de conducir a la búsqueda no solo del abrazo entre hermanos, sino también, en aras de entendernos reconociendo errores, virtudes, caminos malos, caminos buenos, pero siempre mirando que el futuro por el cual debemos de caminar siempre sea de éxito y de reconciliación.

Ante ello, diré varias verdades, o perdón, en todo caso así son en este asunto para mi persona y téngase la seguridad de que así las veré si lo contrario a las mismas lo constituyeran para otras personas, siempre con el don de mirar el buen camino. Así, me toca resumir algunas de ellas.

Primero: Ante un diálogo necesario que debería darse en el país, éste aun no encuentra piso porque el mismo se realiza entre posiciones encontradas que no ceden su espacio. Hace pocos días pudimos observar a través de un encuentro denominado “Conferencia por la paz” como un gran número de representantes del liderazgo venezolano, trataban de encontrar una vía que salvara situaciones de incertidumbre, tales como un proceso de inflación indetenible, un no deseado desabastecimiento y una voraz inseguridad, lo cual debería de verse como un loable esfuerzo en aras de vencer tan indetenibles flagelos.

Estos son reconocidos tanto por el gobierno nacional como por la oposición y por un tercer gran grupo nunca nombrado: los no alineados a tendencia alguna, pero que sienten cada una de estas cosas. Observando tal evento, pude darme cuenta como también pudieron hacerlo un gran número de venezolanos, que se habían obviado como observadores o asistentes, a alguien que hubiese podido aportar ideas porque si las tienen, además de ser señaladas como origen de muchos reclamos, justos para mí, como son nuestras universidades.

Segundo: Esto ha sido así y pareciera ya ser un libreto escrito, sobre todo por sus egresados, los cuales ejercen en su mayoría el poder, olvidándose que fue la Universidad “el trampolín” para llegar donde están, quienes la desdeñan desconociendo sus virtudes y no reconociendo, que si cobijan a tantos miles de personas, millones pudiéramos decir, sin embargo, la apartan de lo que pudiera ser su valioso aporte y sobre todo en lo que respecta a un necesario diálogo, a una condena a la violencia y a unas “recetas de tipo económico” que no cabe la menor duda de que lo pueden hacer nuestras Facultades de Economía, así como muchas otras, seguros de que las mismas conducirían al éxito.

Tercero: Nuestras universidades condenan la violencia, nuestras universidades están con la paz, pero aunque suene que ésta no debe ser condicionada, yo creo que sí, porque esas condiciones que pudieran verse como inaceptables, pudieran contribuir si se deja de lado tal palabra y tener bien claro que no pueden seguir operando con un presupuesto que para mí no es revisado sino que tiene como modelo otorgarse en un 48,50 o 52% de sus necesidades, lo cual no les permite funcionar en un país rico pero pobre en buenas decisiones y me pregunto: ¿Estaría ahí parte de la raíz de la violencia? Tal tratamiento como es la no respuesta de los Vicepresidentes al no darla a la eliminación de un Decreto tal como el 6649, que no le permite funcionar y presentar al año un saldo de recursos aparente que no fuese así si se hubiese dispuesto de ellos con la debida autorización para su ejecución; así, pudiera hoy hablarse de muchas cosas más, pero la Universidad es una institución llena de esperanzas aunque muchas veces vemos que son lejanas.

Siempre tenemos por delante la fe en Dios de manera que la misma se convierta en soluciones. Mi espacio termina exclamando como un universitario más y expresando como siempre, que solo el diálogo, la justicia y el reconocimiento de los errores para cambiarlo por virtudes, nos conducirá al recto camino  anhelado porque no cabe la menor duda de que toda violencia es mala, todo discurso agresivo la alimenta y ella como es lógico no es la mejor vía para lograr anhelos y tener un mejor país.