Palabras del Rector Mario Bonucci en el Acto Central por la conmemoración de los 230 años de la Universidad de Los Andes

Señoras y señores:

Nunca imaginó Fray Juan Ramos de Lora que su obra marcaría la historia de un país incipiente. Sabía aquel monje franciscano que en el conocimiento y el desarrollo espiritual se encuentra el único y verdadero camino para el crecimiento del individuo, y por ello no descansó hasta ver su sueño materializado: el Seminario de San Buenaventura de Mérida de Los Caballeros.

Tomo prestadas las palabras de Monseñor Baltazar Porras Cardoso, quien hace 30 años, siendo Obispo Auxiliar de Mérida, escribía que al igual que un grano de mostaza, la más pequeña de todas las semillas, creció en surco fértil y abonado, así también floreció el sueño educador de Fray Juan Ramos de Lora. Y su obra creció como arbusto frondoso y gigante, bajo cuyas alas se han cobijado durante 230 años el seminario, la universidad y la muy noble y leal ciudad de Mérida. Hoy el sueño de Fray Juan Ramos de Lora convertido en gran arbusto ha diseminado sus semillas con afán, y por donde quiera que vamos conseguimos retoños de la Universidad de Los Andes. 

Desde las montañas, con la mirada altiva siempre puesta en el horizonte, nuestra universidad ha acompañado a la nación en cada uno de los capítulos de su historia. Cientos de miles de hombres y mujeres han perseguido sus sueños desde los salones de la casa de estudios, siempre pensando en un mejor país y procurando la senda del progreso y el desarrollo. Han cambiado los tiempos, pero eso sigue siendo la misma realidad.

Hoy conmemoramos 230 años de excelencia y libertad, resultado del trabajo denodado de quienes han formado parte de esta historia, ciudadanos excelentes y dispuestos a defender su libertad con firmeza y coraje. Son todas las generaciones que por aquí han pasado quienes nos han heredado esta ilustre universidad.

Pero muchas veces no ha sido fácil el camino para esta casa de estudios, más aun al considerar que se encuentra inmersa en un país en donde los conflictos, las dictaduras y la lucha por el poder han sido una constante en nuestra historia. En estos 230 años la Universidad ha convivido con buenos y malos gobiernos, ha visto revueltas populares, ha soportado asfixias presupuestarias, incomprensiones y señalamientos, y sin embargo ha sobrevivido, sirviendo de refugio para los más nobles ideales de solidaridad, libertad y fraternidad. Han pasado gobiernos, se han librado guerras, han caído algunas instituciones, han florecido otras y nuestra universidad aún sigue en pie. Y seguirá estando de pie, y depende de nosotros que siga de pie pero libre, plural, autónoma, democrática y popular.

Hoy, cuando Venezuela atraviesa circunstancias difíciles, el rol de la Universidad de Los Andes continúa siendo inalterable. Seguimos dando lo mejor de nosotros para formar ciudadanos de bien, dispuestos a defender la excelencia y la libertad. Es nuestro propósito que los egresados de esta institución además de ser profesionales de alta factura, lleven en lo más hondo de sus corazones hasta el último de sus días los valores más nobles del ser humano.

Sin embargo, vemos con preocupación cómo las circunstancias políticas, económicas y sociales, han convertido a estos profesionales en uno de los principales y mejores productos de exportación que hoy ofrece la nación venezolana.

Conscientes de que al individuo no se le puede desprender de su propio interés, elevamos nuestra voz para alertar que el país está perdiendo su más valioso recurso: sus profesionales. Resulta urgente la implementación de políticas que permitan a los venezolanos recuperar su poder adquisitivo y su calidad de vida, de lo contrario, muy pronto seremos un país dependiente también de la mano de obra calificada extranjera.

De esta situación no escapan los universitarios. En la actualidad, casi la mitad de los trabajadores de nuestra institución está devengando un sueldo cercano al salario mínimo. 

En este panorama es fácil y comprensible que reine la desmotivación, sin embargo, invito a cada una de las personas que hacen vida dentro de esta universidad a ver en ella algo más que un medio de vida, que un medio de sustento material. Queremos que internalicen, que hagan propio el sentimiento que esta noble universidad es un bastión de democracia y libertad, y de todos nosotros dependerá que esos valores vuelvan a reinar en el país. 

No podemos desfallecer ante la gran tarea que nos ha impuesto la historia. Debemos tener presente que el desánimo sólo abre las puertas al fracaso y a la mediocridad, favoreciendo los intereses de quienes quieren ver una Universidad de Los Andes menguada, relegada al silencio ante los desmanes de la historia.

Resulta obvio que Venezuela necesita cambios que van más allá que el mero hecho de cambiar los representantes del poder y de las instituciones. Estos cambios deben iniciarse en la conciencia de cada venezolano. Nuevamente debe desaparecer el caudillismo, ahora del Siglo XXI, para que así por fin entremos de lleno al nuevo siglo y con premura recuperemos el tiempo que se ha perdido. No podemos seguir esperando que un mesías pueda resolver nuestros problemas. Abramos los ojos: el mesías está en cada uno de nosotros.

La soberanía de un país debe basarse, principalmente, en la generación del conocimiento, en el desarrollo tecnológico que le permita solucionar los más variados problemas que aquejan a la sociedad y en la capacidad que tengamos todos para preservar y acrecentar los espacios en los que se desarrolla la democracia y se forman los hombres libres intelectualmente. Nosotros, mediante el ejercicio de la academia cumplimos con dicha labor, por tanto somos promotores y defensores de la verdadera soberanía nacional. Un país que dependa de otros para alimentarse, curarse, desarrollar su parque automotor, su sistema eléctrico, su red de comunicaciones o sus infraestructuras nunca podrá preciarse de ser soberano.

Con urgencia los venezolanos deben recuperar la capacidad de soñar, la cual les ha sido arrebatada por el populismo y el paternalismo, esas disfunciones que el Estado venezolano ha padecido a lo largo de su historia, haciendo creer a muchos ciudadanos que su sobrevivencia depende de las dádivas entregadas por la benevolente mano del gobierno de turno. Eso debe desaparecer. Cada uno de nosotros debe asumir el rol de ciudadanos conscientes. El progreso, el desarrollo y la libertad dependen de nuestro propio esfuerzo. Si no existe espacio para el emprendimiento, para la empresa, para la generación de riqueza y para el libre desenvolvimiento ciudadano entonces no se puede hablar de una real libertad.

Además de lo anterior, Venezuela vive una situación de anormalidad generalizada. No son normales las cifras de muertes a manos del hampa, no es normal la escasez de alimentos, de materia prima, de medicamentos. No es normal que prácticamente ningún profesional perciba un sueldo digno para su desarrollo. Tampoco es normal el funcionamiento de un Estado, en donde cada vez más cuesta trabajo apreciar la división de poderes necesaria para hablar de democracia, ni mucho menos es normal la gran cantidad de jóvenes asesinados en medio de manifestaciones. Nada de esto es normal y no podemos acostumbrarnos a vivir con tantas anormalidades.

Nosotros reconocemos nuestras fallas y debilidades. La Universidad de Los Andes debe mejorar muchas cosas y ese es el reto que asumimos cada día. Sin embargo, son más nuestras potencialidades, al punto que me atrevo a afirmar, sin titubeo, que aquí se está preparando el futuro promisorio del país.

En ese contexto, hoy estamos presentado el proyecto “230 Propuestas que prsenta la Universidad de Los Andes al país”, el cual ha logrado compilar un número aun mayor de ideas que ahora serán procesadas y sistematizadas por especialistas de cada área, con el fin de presentar formalmente un documento que sirva de hoja de ruta para la recuperación de las diferentes áreas vitales del país. 

Ha llegado el momento de romper con la indiferencia, de entender que los problemas que afectan a esta sociedad son de todos. Debemos dejar de aceptar la mediocridad y procurar y exigir la excelencia cada día en cada área de nuestras vidas. Basta ya de esperar que otro dé el primer paso.

Seamos nosotros los protagonistas de una mejor historia. Para ello no es necesario realizar gestas heroicas o proclamas de guerra, es suficiente dar lo mejor de nosotros en lo que nos corresponda hacer. Seamos mejores profesionales, mejores hijos, mejores amigos, mejores ciudadanos, y defendamos los derechos que nos da la constitución nacional ejerciéndolos.

Es precisamente en ejercicio de nuestros derechos ciudadanos y de la Autonomía Universitaria, que hemos decidido invitar en este importante día a  un hombre que han consagrado sus esfuerzos a la defensa de un derecho de todos los venezolanos, como es la libertad de expresión y la libertad de prensa.

Me refiero por supuesto a  Miguel Henrique Otero, presidente editor del Diario El Nacional, a quien agradecemos su presencia en esta ilustre universidad que hoy le abre sus puertas con admiración y agradecimiento.

Durante los últimos años hemos visto como en Venezuela se han cerrado canales de televisión, han dejado de circular diarios en su versión impresa ante los obstáculos impuestos para la importación de papel y vemos periodistas perseguidos, detenidos o amenazados por ejercer sus .

De esta manera dejamos testimonio para las venideras generaciones. La Universidad de Los Andes siempre ha estado y siempre estará del lado del pueblo, de la libertad, de la democracia y del desarrollo pleno del individuo, sin más limitaciones que las que impongan sus propias capacidades. Hoy, cuando conmemoramos 230 años de la creación de la casa de estudios que dio origen a la Universidad de Los Andes, levantamos una vez más nuestra voz de alerta. No quedaremos ante la historia como cómplices silentes del atropello de los derechos fundamentales de los venezolanos.

Muchas gracias.

 

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