Palabras del Rector Mario Bonucci en los 233 años de la Universidad de Los Andes

 

Palabras del Rector Mario Bonucci en los 233 años de la Universidad de Los Andes

Señoras y señores:

El aniversario de la Universidad de Los Andes es una oportunidad para el reencuentro de los universitarios, así como un momento para la reflexión sobre el pasado, presente y futuro de nuestra institución, sin perder de vista su vinculación con los acontecimientos que marcan la historia de la nación. 

Durante 233 años los hombres y  mujeres que han sido parte de la Universidad de Los Andes han influenciado de alguna manera el desarrollo de los acontecimientos, y con esa idea en mente he insistido en cada una de mis intervenciones durante los últimos 9 años sobre la necesidad de unirnos en torno a un mismo objetivo, como lo es la recuperación de nuestra democracia, un llamado que he procurado trascienda los espacios universitarios, llegando a la sociedad en general.

Resulta obvio que el desarrollo de los acontecimientos en la historia reciente no ha sido favorable para nadie en Venezuela. Aun cuando la perseverancia de nuestra gente le ha permitido a la universidad mantenerse en pie en medio del derrumbe nacional, en 2018 tenemos una casa de estudios herida que – al igual que muchas instituciones del país – lucha con dificultad por seguir adelante, sobrellevando esta injusta situación que nos ha impuesto un gobierno que nos separó del progreso y la prosperidad con sus políticas públicas, rediciéndonos a un remedo de país en el que cualquier disidencia es ahogada por la vía de la represión.

En este momento Venezuela vive los días más oscuros de su historia, marcados por el desánimo, la incertidumbre y la confusión. La amargura de la injusticia es el aderezo diario frente a un gobierno que se jacta de las riquezas nacionales mientras los ciudadanos mueren por falta de alimentos y medicamentos. 

Hoy, en el marco de los 233 años de la Universidad de Los Andes, debo señalar una vez más la necesidad de que los venezolanos trabajemos juntos en procura del retorno a la democracia y la restauración del imperio de la ley, en donde quienes han hecho tanto daño a generaciones enteras asuman la responsabilidad de sus actos. Llamado que no tiene vinculación alguna con la sed de venganza, pero que sí tiene la claridad suficiente para saber que la justicia es el único camino que medianamente asegura que no se repita la historia. 

Resulta moral y virtualmente inocultable el perjuicio que 20 años de régimen autoritario con visos dictatoriales le han causado a nuestro país, sin embargo, este tiempo no ha sido suficiente para acabar con la esperanza y la firmeza de una sociedad que se aferra a sus valores para seguir adelante, conscientes de que éstos son la semilla del futuro próspero que más temprano que tarde renacerá. 

En medio del desastre cada uno de nosotros se ha convertido en héroe de su propia historia. Cada madre que educa a su hijo para el bien, cada estudiante que se forma para ser un buen profesional, cada padre que estoicamente sale a buscar el sustento, cada venezolano que ha logrado preservar la esperanza es hoy un verdadero héroe.

Durante dos décadas de intento de adoctrinamiento nos hemos mantenido firmes, defendiendo los valores y principios que nos caracterizan, y en esa defensa hemos conseguido la luz necesaria para sobrevivir en esta densa oscuridad llamada Socialismo del Siglo Veintiuno, el cual no es más que la verificación obstinada de los fatales resultados de destrucción causados en todos los países que se han dejado embriagar por el discurso de populismo y resentimiento que vende atajos a la prosperidad.

Esos valores son los mismos que han caracterizado a las generaciones que han formado parte de la Universidad de Los Andes, una institución que más allá de sus edificios o su historia, ha hecho sus pilares en los hombres y mujeres que le han integrado, ciudadanos honorables que han asumido con gallardía su rol frente a la historia. 

En este momento la universidad es cada uno de nosotros, cada estudiante, cada trabajador, cada docente, y sólo en la medida que todos demos lo mejor lograremos mantener a nuestra casa de estudios en el alto sitial que nos llena de orgullo.

Hoy la esperanza de nuestros corazones cobra más trascendencia: es muy difícil comenzar cada día si no tenemos certeza de que nuestro esfuerzo vale la pena. De la misma manera que el herrero forja la espada con duros golpes la situación que se vive ha forjado a la sociedad venezolana.

Nos han despojado de muchas de las cosas que más valoramos y entonces aprendimos a vivir sin ellas y descubrimos cuan fuertes podemos llegar a ser y nuestra voluntad se robusteció, porque alcanzamos la certeza de que nunca lograrán doblegar nuestra esperanza, ni expropiar o robar nuestro derecho a ser felices.

Así como se valora y se añora el abrigo cuando el frío cala en los huesos, hoy los venezolanos apreciamos la democracia en todo su esplendor precisamente por carecer de ella, y así entendimos cuan necesarios son los contrastes en nuestras vidas: en la escasez valoramos la abundancia, en los hogares rotos por la diáspora conocimos el significado de un abrazo y en medio de tantas despedidas y separaciones ansiamos el momento de saber qué significa el reencuentro.

Los venezolanos llevamos ahora una maleta de  experiencias que tras el retorno de la paz, el respeto, la abundancia y la prosperidad nos servirán de herramientas para avanzar hacia la calidad de vida que merecemos y que todos lograremos construir. 

El concepto de Libertad también ha cobrado nuevas dimensiones: sabemos que no puede sentirse verdaderamente libre quien depende de un gobierno para satisfacer las necesidades más básicas; así como tampoco se considera libre el país que no es capaz de producir lo que sus ciudadanos requieren, por tanto, el camino a la Libertad está en la economía, en la capacidad de los ciudadanos para generar riqueza a través de su trabajo y esfuerzo. 

Gracias a nuestra historia reciente sabemos del peligro que representa un caudillo sobrecargado de populismo, por lo cual reconocemos que se debe eliminar esta aspiración del imaginario colectivo venezolano; no debe existir individuo que se erija sobre los demás para determinar los designios de toda una sociedad.

También hemos aprendido que el odio y el resentimiento deben ser excluidos de las emociones que mueven nuestro accionar: fueron éstos la  gasolina que avivó las llamas de este gran incendio llamado Revolución.

Pero Venezuela está obligada – y destinada – a renacer de sus cenizas dejando en ellas cualquier vestigio de mohosas ideologías recargadas del nacionalismo que antepone un trozo de bandera a la propia vida. Resulta obvio que ideologías y dogmatismos no alimentan el cuerpo ni curan enfermedades, la generación libre de riqueza sí. 

El único proyecto de país que los venezolanos podemos aceptar es aquel que descanse en instituciones sólidas y no en los delirios de un individuo. 

El camino para levantar nuestro país está escrito. No necesitamos mesas de diálogo, acuerdos de coexistencia o firmas de pactos, pues para todo ello existe la Constitución Nacional, sin apellidos ni motes, la Carta Magna de todos los venezolanos, el máximo acuerdo social sobre la cual no se deben hacer lecturas acomodadas.

No somos el primer país del mundo en padecer tragedias como la actual y todos han conseguido en la unión el camino para seguir adelante.

Queda en las manos de cada uno de nosotros la responsabilidad de los sobrevivientes, como lo es difundir la historia para que ningún país, ni futuras generaciones venezolanas, cometan el mismo error que nos condujo a la cuasi desaparición de nuestra amada patria.

La situación venezolana es inaceptable, sin embargo, como pueden apreciar, muchas cosas han cambiado en nosotros como individuos y nos han hecho mejores (tal vez más humanos, con todo lo que eso implica).

Desde la Universidad de Los Andes hemos procurado mantener el rol de institución orientadora, promoviendo con mayor esmero los principios y valores a los que nos debemos y exhortando a la ciudadanía a organizarse en torno a la idea de un mejor país en donde con esfuerzo, trabajo y honestidad es posible que vivamos todos y que vivamos bien.

No hemos vacilado al señalar a la dirigencia política la necesidad de mantener un discurso transparente y sin ambigüedades que plantee con claridad el camino a seguir para la recuperación de la nación, sin que ello implique caudillos ni mesías, solamente gerentes honestos que impulsen una verdadera consciencia democrática en la sociedad, pues si la democracia no es un ejercicio se reduce a un bonito adjetivo.

En el marco de los 233 años de la Universidad de Los Andes, momento cuando nos aferramos a la esperanza para recuperar la libertad, hemos decidido invitar a dos personas que a nuestro juicio son ejemplo a seguir para la construcción de la mejor Venezuela. 

Venezolanos que han sido fieles a una filosofía y han tenido el coraje y la determinación para actuar acorde a ella.

Benjamin Scharifker, venezolano nacido en Argentina, químico egresado de nuestra querida Universidad Simón Bolívar, de la cual ha sido jefe de departamento, decano de Investigación y Desarrollo, vicerrector administrativo y rector, además de haber recibido la distinción de Profesor Emérito dada su importante trayectoria en el área académica dentro de la institución. Hoy, es Rector de la Universidad Metropolitana de Caracas, una de las más importantes de nuestro país y del continente.

Su discurso siempre ha destacado la importancia de la educación como único camino hacia el avance y el desarrollo que clama la nación. Ha afirmado que mucho más valioso que el oro negro es la materia gris, alertando además que la calidad característica de las universidades venezolanas puede ir desapareciendo si los mejores profesores se siguen yendo y el atraso tecnológico se perpetúa.

Lorenzo Mendoza, venezolano, presidente de Empresas Polar. Su nombre está asociado al éxito, la perseverancia y la confianza por el talento nacional. 

Vemos a Empresas Polar como una gran familia de venezolanos que tiene certeza plena en el renacimiento de nuestro país.

Es la empresa más importante de Venezuela y la hemos asumido como bandera alrededor del mundo, prueba fehaciente de que aquí en este país tenemos el talento para ser grandes, siempre y cuando se hagan las cosas con esfuerzo y dedicación. 

Empresas Polar alimenta los sueños de los venezolanos.

A nuestros dos oradores de orden MIL GRACIAS por honrar a esta universidad serrana con su presencia. Desde hoy esta es también su casa.

A todos ustedes, amigos universitarios, merideños, venezolanos, que nadie nos quite el derecho a soñar y ser felices, la mejor Venezuela nace cada día en nuestros corazones.

Muchas gracias.

Mérida, 5 de abril de 2018.

 

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