Vive la ULA: Chuy es un incondicional del Rectorado

Con veinticuatro años de servicio, contando noches, fines de semana, feriados y demás, Alfonso Carrillo o Chuy como lo reconoce la mayoría en la Universidad de Los Andes, forma parte de los incondicionales en el Rectorado.

Durante ese tiempo ha acompañado la gestión de cinco rectores. “He conocido muchas personalidades, entre ellos políticos”, dice.
Tiene muchas anécdotas pero la que más recuerda fue el secuestro por estudiantes de los miembros del Consejo Universitario durante la gestión de Felipe Pachano.

“Estuvimos desde las siete de la mañana hasta las ocho de la noche cuando llegaron a acuerdos”, comenta quien está a cargo de la atención y logística del máximo organismo de la Universidad, el Consejo Universitario.

“La gorda Miriam  me decía: usted es polifacético”, como cariñosamente llamaban a Miriam Briceño(+), quien también fue baluarte en su actividad como secretaria de ese cuerpo colegiado.

A Alfonzo Carrillo le puedes ver siempre en el rectorado, sonriente, colaborador, dispuesto, amable, respetuoso. Siempre poniéndole corazón al quehacer de cada día como un reconocimiento de su afecto y compromiso hacia la ULA.

Su segunda casa

“Aquí hacemos de todo y con mucha disposición, porque ésta es mi segunda casa, y a la hora y el día que el señor Rector me convoque, yo acudo”

Chuy está pendiente además que el ícono arquitectónico de la ULA, el Rectorado, esté en las mejores condiciones. Esto es posible a la armonía en su equipo de valiosos y dedicados trabajadores.

También es el artífice para que cada año la Navidad en el edificio central, sea una ocasión especial en la Universidad.

Su árbol gigante,  el tradicional pesebre andino y la esmerada decoración recrea a merideños y visitantes y a los graduandos, quienes disfrutan de tomarse fotografías.

Próximo a cumplir el tiempo para su jubilación, todavía no lo decide. “A la Universidad le debo todo, me casé gracias a la universidad, mi hija nació en una clínica por la universidad, gracias a ella tengo mi casa y mi carro” comenta emocionado sin poder evitar el brillo en sus ojos.

Llámenlo Chuy

Ha de ser extraño que por diversas razones a una persona la comiencen a identificar con otro nombre o alías. Si su nombre no es Jesús sino Alfonso, ¿Por qué le llaman Chuy?

Cuando Alfonso Carrillo llegó a trabajar en el Rectorado no conocía a mucha gente. Una de las formas habituales para dirigirse a una persona sin que sepas su nombre es usar un identificador basado en el respeto.

Puedes decirle, “Señor” “hermano”, “primo”, “amigo”, etc. Sin embargo, en los Andes venezolanos por su arraigo católico las familias casi siempre tienen un “Jesús” entre sus hijos.   

Por lo general, en esta región, el hipocorístico de Jesús es el derivativo “Chuy”. Que te llamen Chuy, encierra un gesto afectuoso de cercanía y cariño, que queda como identificador para toda la vida.

Pues, el caso de Alfonso Carrillo con su esencia humana se ganó rápidamente este afecto y de inmediato le llamaron Chuy de manera cordial y hasta familiar. Llamarle Chuy fue también una forma expedita de relación y comunicación entre sus compañeros de trabajo.

“De tanto que lo repetían me quedé Chuy, es tanto así que a veces yo mismo no recuerdo que mi nombre es Alfonso”, se expresa sonriendo con picardía.

Así que si requieren a uno de los trabajadores “clave” del Consejo Universitario y del Rectorado de la ULA, nunca pregunten por Alfonso Carillo, sino por Chuy, para que le puedan decir donde se encuentra. (Prensa ULA/NP/ 6.549).

En la cuenta ULAtv Oficial de Youtube puedes disfrutar de la amena entrevista realizada a este personaje ulandino por la periodista Nereida Pacheco. Comparte esta secta extrega de VIVE LA ULA

 

 

Categorías: